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Hermana Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>
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Basílica de San Juan de Letrán
9 de Noviembre de 2025
Ezequiel 47: 1-2, 8-9, 12; 1 Corintios 3: 9-11, 16-17; Juan 2: 13-22
Tal vez venimos hoy con una pregunta acerca de la celebración hoy, la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Generalmente la Iglesia respecta las lecturas del domingo para la misa. Pero hoy nos encontramos con une celebración diferente. Es bueno pensar en el sentido de la fiesta.
La Basílica de Letrán simboliza la unidad de la Iglesia, algo muy importante para los fieles católicos. Las comunidades católicas de todo el mundo se basan en un único fundamento, nuestro Señor Jesucristo. Al celebrar hoy esta fiesta, nos unimos al Papa y entre nosotros, ya que todos hemos sido bautizados en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Debemos pensar en la Iglesia no en términos de edificios físicos, sino en términos de comunidad. Pablo nos dice en su primera carta a los Corintios que somos el edificio de Dios, que el fundamento de este edificio es el Señor Jesucristo, y todos los que servimos en la Iglesia debemos construir sobre ese fundamento. Somos el lugar donde Dios desea morar, lo que nos da la oportunidad y la responsabilidad de proclamar la presencia amorosa de Dios al mundo.
Vivimos en un mundo en el que hay mucha división y discordia. El mensaje de la Iglesia como comunidad del amor de Cristo es muy importante para el mundo actual. Muchas familias se han dividido o se han roto. Muchas vidas están dominadas por la ira y la amargura. Muchas personas se sienten solas y no saben a quién acudir. La vida pública y política está llena de ataques y retórica dura. Hay mucha violencia y delincuencia en nuestras calles. En medio de esta realidad, se necesita sanación y plenitud. Pablo escribió su carta a los corintios para dar consejos a una comunidad que estaba muy dividida, diciéndoles que se vieran a sí mismos como el Templo de Dios y que sintieran al Espíritu Santo obrando en ellos.
San Pablo pudo escribir a las diferentes comunidades eclesiales desde una posición de fe gracias a su encuentro personal con Cristo y al amor de Dios que había recibido. San Pablo se propuso como misión ayudar a las personas a conocer a Cristo y proclamar el mensaje del Evangelio de Cristo al mundo. El propósito de la Iglesia es crear oportunidades para que las personas encuentren a Cristo y reciban su amor y su sanación. Compartir nuestro tiempo y nuestra experiencia crea un entorno en el que el amor de Dios puede crecer en nosotros, como individuos y como comunidad. Las actividades de nuestra parroquia, nuestra labor social y nuestros edificios dan visibilidad a nuestra fe. Nos recuerdan la presencia de Dios y nos ayudan a experimentar su amor.
Es el amor de Dios el que revivirá y fortalecerá nuestras comunidades y el mundo. Como dijo San Juan de la Cruz: «Pon amor donde no lo hay, y allí lo encontrarás». En muchos sentidos, el amor de Dios y nuestra identidad como cuerpo de Cristo son el centro de la celebración de hoy de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán.
Hermana Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
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“PRIMERAS IMPRESIONES”
Dedicación de San Juan de Letrán
9 de noviembre de 2025
Ezequiel 47: 1-2, 8-9,12; 1 Cor. 3: 9-11, 16-17; Juan 2: 13-22
Por: Jude Siciliano , OP
Queridos predicadores:
La Basílica de San Juan de Letrán es la iglesia catedral del obispo de Roma, el Papa. Es, por lo tanto, la sede eclesiástica oficial del Papa. En su fachada se puede leer en latín: «Madre y cabeza de todas las iglesias de la Ciudad y del mundo». La festividad de hoy celebra la unidad de todas las iglesias locales con la Iglesia de Roma, corazón de nuestra comunión católica.
La Basílica fue inaugurada en el año 324 d. C. por el Papa Silvestre I, después de que el Emperador Constantino concediera a los cristianos la libertad de culto. Su inauguración marca el fin de la persecución, la aparición del culto cristiano en la vida pública y la consolidación visible de la Iglesia en la sociedad. Con esta festividad celebramos la salida de la Iglesia de su escondite para una misión abierta, ya no confinada en las catacumbas, sino ahora en el corazón de la ciudad.
Sin embargo, el verdadero templo de Dios que celebramos hoy no es de mármol ni de piedra; somos nosotros, la comunidad cristiana. Como dice San Pablo a los corintios: «Ustedes son el edificio de Dios… ¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?»
Cuando se inauguró la Basílica de Letrán, el cristianismo acababa de emerger de las sombras de la persecución. Esta fiesta, y la Eucaristía, nos anima a los creyentes modernos a salir de nuestras propias sombras y vivir nuestra fe con mayor franqueza y valentía. Si nuestro discipulado ha sido oculto o silencioso, esta fiesta nos llama a hacerlo visible. La Basílica de Letrán no solo se erige como un edificio en Roma, sino como signo de lo que estamos llamados a ser: un pueblo santo, testigos concretos y visibles de la vida resucitada de Cristo en el mundo. Cada parroquia y cada creyente bautizado comparten esta vocación: ser un signo vivo de la presencia de Cristo.
La fiesta de hoy nos invita a renovar nuestra dedicación como miembros del Cuerpo de Cristo. Celebramos la Iglesia no solo como un edificio, sino como un pueblo vivo y santo reunido en torno a la mesa eucarística.
La visión de Ezequiel del templo evoca el Jardín del Edén, el lugar donde moraba Dios, fuente y sustentador de toda vida. En el clima árido de Israel, el agua era preciosa, y Ezequiel la describe fluyendo del templo en todas direcciones. Esta imagen vivificante nos recuerda que debemos encontrar sanación, fortaleza e inspiración en nuestro propio templo —la Iglesia— al reunirnos para adorar a Dios juntos como comunidad de fe.
Las palabras de Pablo nos hablan directamente: «Hermanos, ustedes son el edificio de Dios». Nos lleva de los ladrillos y el cemento a la carne y la sangre: a la presencia divina que mora entre nosotros. Si realmente creemos que, a través de Jesús, Dios está presente en este templo viviente, ¿cómo podríamos profanarlo mediante la violencia, el prejuicio, el hambre, la enfermedad o la guerra? El templo de Dios es santo y exige nuestra reverencia y cuidado. Observen a quienes oran y cantan con nosotros: la verdadera presencia de Dios mora en ellos. Son el templo santo de Dios.
Pablo desvía nuestra mirada del antiguo templo hacia nuestro encuentro con el Dios vivo en la comunidad creyente. El Evangelio de Juan profundiza en esto: Jesús purifica el templo, señalando que sus rituales de sacrificio se están cumpliendo y son reemplazados por él mismo. Pronto, su sacrificio en la cruz reemplazaría al cordero pascual. Su sangre nos libraría de la muerte y nos daría la libertad para una nueva vida. Así como el maná sustentó a los israelitas en el desierto, el pan que Jesús nos da nos sustentará para la vida eterna.
Los contemporáneos de Jesús no lo comprendieron, pero guiados por el Espíritu, nosotros sí. Juan lo deja claro: «Hablaba del templo de su cuerpo». Los otros Evangelios sitúan la purificación del templo al final del ministerio de Jesús; Juan la sitúa al principio, para mostrar que todo lo que Jesús dice y hace a partir de ese momento lo revela como el cumplimiento de las esperanzas de Israel.
La salvación ha llegado al pueblo en Jesucristo. Él es ahora el lugar de encuentro entre la humanidad y Dios: el Lugar Santísimo hecho carne. Siempre que nos reunimos en su nombre, también nos convertimos en ese lugar santo donde el mundo puede encontrarse con Dios.
Hoy celebramos no solo un edificio, sino la Iglesia viva: el pueblo santo de Dios reunido en unidad, guiado y fortalecido por el Espíritu para traer la vida de Cristo al mundo. Que esta fiesta nos renueve en nuestra misión de ser la presencia de Cristo para los demás.
Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este domingo:
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/110925.cfm
P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>