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16 de Noviembre de 2025

(Consulte el Archivo para ver reflexiones pasadas y futuras.)

 


Malaquías 3:19-20; Salmo 98; 2 Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19


 

 

 

XXXIII

 

DOMINGO

 

 

(C)

 

 

 


 

1. -- Carmen Mele OP <cmeleop@yahoo.com>

2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>

 

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1.
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XXXIII DOMINGO ORDINARIO

16 de noviembre de 2025

Malaquías 3:19-20; II Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19

 

Hoy, en el Evangelio encontramos a Jesús en Jerusalén. Ha completado su largo viaje desde Galilea. De hecho, está entregando su último discurso al pueblo. En él, subraya tres temas que ha tratado durante el camino. Revisémonos estos temas, cada uno de los cuales toca íntimamente nuestras vidas espirituales.

 

Jesús está dentro del Templo con la gente. Algunos comentan sobre la solidez del edificio; otros se maravillan de su belleza. Pero Jesús les advierte contra poner la fe en las cosas creadas como si fueran eternas. Este es el primer tema para nuestra reflexión. Dice Jesús que el Templo, con sus hermosas ofrendas votivas, pronto será demolido. Igualmente desatinada es la fe en hombres que reclaman ser ungidos por Dios. 

Cuando miramos a nuestro alrededor en los nuevos suburbios, vemos muchas casas grandes. Parecen palacios, con habitaciones múltiples para solo pocas personas. No son malas en sí mismas. Pero cuando sus habitantes viven sin ninguna consideración por aquellos cuyos salarios no cubren la renta, entonces esas casas se convierten en tropiezos para la vida espiritual. Lo mismo ocurre con los cruceros, los autos de lujo o cualquier otra cosa extravagante que acapara nuestra atención hoy en día. Tampoco son necesariamente malos en sí, pero pueden interferir con nuestra primera responsabilidad: cumplir la voluntad de Dios.

 

En su discurso, Jesús predice las persecuciones que sus discípulos tendrán que soportar. Dice que, antes de que lleguen las catástrofes que marcarán el fin del mundo, serán odiados, traicionados, encarcelados e incluso asesinados. La persecución de los discípulos es el segundo tema para nuestra consideración. Los primeros seguidores de Jesús sufrieron matanzas por parte de Herodes en Jerusalén y por el emperador Nerón en Roma veinticinco años después.  Además, hubo muchas otras a lo largo de los siglos. Hoy en día, las persecuciones continúan en Nigeria donde decenas de miles de cristianos han sido asesinados en los últimos diez años.

 

Pocos de nosotros seremos asesinados por nuestra fe en Cristo, pero eso no significa que no enfrentaremos persecución. Cuando fue nominada para la Corte Suprema de los Estados Unidos, la jueza Amy Coney Barrett fue criticada por miembros del Congreso por ser una católica extrema. El cargo en su contra fue que cree que el aborto es malo. Si expresas tu fe abiertamente—por ejemplo, bendiciendo la comida en un restaurante o mencionando cómo Cristo te ha ayudado— no dudes que más temprano o más tarde serás ridiculizado. Incluso algunos familiares pueden criticarte por ser fiel a los fundamentos de la fe.

 

Jesús no deja de anunciar la buena noticia. Después de advertir sobre las dificultades que vendrán, nos asegura los beneficios de unirnos a él. Su frase: “... no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes” es difícil de entender, ya que muchos discípulos han sufrido el martirio. Quizás quiere decir que el Padre, que tiene contados los cabellos de sus hijos (Lc 12,7), no permitirá ser perdidos aquellos que sufren por causa de Jesús. De todos modos, después de esta frase difícil, Jesús asegura a sus fieles: “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. La vida que tiene en mente es la que durará para siempre: la vida eterna. Este es el tercer tema del discurso de Jesús.

 

Nuestra esperanza de que nuestra vida no termine con la muerte corporal es fundamental para la vida cristiana. Los apóstoles predicaban a Jesús resucitado de entre los muertos. San Pablo se atrevió a escribir: “... si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó”. Recientemente, un sociólogo famoso escribió sobre su conversión a la fe en Cristo. El estímulo para su creencia recién encontrada fue la evidencia científica de que el alma existe fuera del cuerpo. Nuestra fe cristiana va mucho más allá de la supervivencia del alma. Afirma la resurrección del cuerpo al final de los tiempos. Sin embargo, desde los primeros siglos, la Iglesia ha depositado su fe en la continuación del alma hasta que se reúna con el cuerpo.

 

l próximo domingo concluiremos la lectura del Evangelio de San Lucas en los domingos. El evangelista nos ha entregado varias lecciones sobre la espiritualidad cristiana. Además de lo que hemos revisado hoy, hemos sido instruidos a ser compasivos con los que sufran, inclinados a perdonar a aquellos que nos ofendan, y persistentes en la oración. Sigamos adelante ahora con Jesús como guía a una vida más rica que jamás terminará.

 

Carmen Mele OP <cmeleop@yahoo.com>

 

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2.

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"PRIMERAS IMPRESIONES"

33.º DOMINGO -C- 15 de noviembre de 2025

Malaquías 3:19-20; Salmo 98; 2 Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19

Por: Jude Siciliano , OP

 

Estimados predicadores:

 

Nos acercamos al final del año litúrgico, y algo se está gestando. Es más que un simple acontecimiento del calendario, como dejan claro las primeras líneas de la primera lectura del profeta Malaquías: «He aquí que viene el día, ardiente como un horno, en que todos los soberbios y todos los malhechores serán como paja…».

 

Malaquías fue uno de los últimos doce profetas menores. Escribió en el siglo V a. C., después del regreso de los exiliados. Su nombre significa «mi mensajero». Se dirigía a una comunidad de exiliados retornados en Judá, espiritualmente laxa, exhortando tanto a sacerdotes como al pueblo a la fidelidad al pacto de Dios. Su mensaje sigue siendo pertinente en nuestros tiempos. Además, el profeta anuncia la llegada del «día del Señor».

 

Las imágenes de fuego y rastrojos ardientes simbolizan el juicio de Dios. El mundo sigue su curso, cometiendo injusticias contra los pobres, y a algunos les parece que nadie rinde cuentas. ¿Acaso Dios lo nota o le importa? Malaquías se inscribe en la tradición profética desde Joel hasta Sofonías, quienes describen «el día del Señor» como aterrador y decisivo.

 

Sin embargo, la lectura concluye con una nota de esperanza: «Pero para vosotros que teméis mi nombre, amanecerá el sol de justicia con sus rayos sanadores». Esta es una de las imágenes más bellas de la literatura profética. Asegura a los fieles que, a pesar de las apariencias, Dios sí ha visto el sufrimiento de los oprimidos. Para ellos, la liberación y la alegría llegarán.

 

La Iglesia primitiva interpretó esto como una profecía mesiánica que señalaba a Cristo, y con razón. Las primeras lecturas de nuestras Eucaristías se eligen a la luz del Evangelio. Generalmente, la primera lectura anticipa el cumplimiento que se encuentra en el Evangelio. Así pues, hoy ambos textos comparten un tema profético común: la llegada del «día del Señor», que trae consigo un doble mensaje de juicio y esperanza.

 

En el Evangelio, Jesús se dirige a quienes admiran la belleza y el esplendor del Templo, con sus «preciosas piedras y ofrendas votivas». Parecen absortos en los aspectos externos de la religión mientras contemplan con asombro el edificio. Jesús, haciéndose eco de la voz serena de Malaquías, les advierte a quienes se pierden en la superficialidad de la religión: «Todo lo que ven aquí, llegará el día en que no quedará piedra sobre piedra; todo será derribado».

 

Quienes contemplaban el Templo con asombro lo habrían considerado eterno; sin embargo, Jesús advierte: «No quedará piedra sobre piedra». No se trata solo de una predicción de la destrucción del Templo; Jesús también advierte sobre falsos profetas, guerras y persecución.

 

¿Acaso Dios planea destruir a causa de los falsos profetas y la persecución? ¿Es este simplemente el «día de la ira» de Malaquías? Ni Malaquías ni Lucas proclaman un Dios con intención de destruir, sino un Dios que purifica y renueva. En ese «día ardiente como un horno», Malaquías vislumbra sanación y libertad para los fieles. Jesús, previendo pruebas, guerras, persecución y pérdidas, llama a sus seguidores a una fe inquebrantable: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas».

 

Vivimos en medio de la incertidumbre, y nuestro mundo a menudo parece estar al borde del colapso, ya sea político, moral o personal. Nuestras lecturas proféticas nos exhortan a mantenernos firmes y confiar en el Señor. Los tiempos de juicio y crisis pueden parecer el fin, pero también anuncian la luz transformadora de Dios.

 

Hay muchas maneras de experimentar la turbulencia que describen Malaquías y Jesús, no solo en los grandes acontecimientos históricos, sino también en los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana. Hoy, las estructuras sociales y de liderazgo pueden parecer inestables o injustas: guerras, corrupción, la erosión de la confianza en las instituciones y la agitación social. Así como la gente de la época de Jesús consideraba el Templo un lugar seguro —el centro mismo de la identidad de Israel—, nosotros también podemos aferrarnos a lo que alguna vez nos pareció estable. Sin embargo, el Evangelio nos recuerda que, si bien el poder humano se desvanece, el reino de Dios perdura.

 

Esta verdad también se aplica a nuestra vida personal. Hay momentos de gran incertidumbre, como pequeñas crisis existenciales, cuando la vida se tambalea: por una enfermedad, una traición, un fracaso o un cambio profundo. En esos momentos, Jesús nos asegura que Dios permanece constante, incluso cuando todo lo demás parece incierto.

 

En ocasiones podemos experimentar el colapso y la pérdida. En esos momentos, la imagen de Malaquías sobre el fuego purificador y el llamado de Cristo a la perseverancia nos recuerdan que la fe —no el miedo— es nuestro fundamento seguro.

 

Como lo indica el cambio de tono de nuestras lecturas recientes, el año litúrgico se acerca a su fin. Las Escrituras nos recuerdan que ya conocemos la postura de Dios y que las injusticias presentes no tendrán la última palabra. Mientras esperamos la resolución de Dios, continuamos, en la medida de nuestras posibilidades, viviendo con fidelidad, cumpliendo su voluntad y uniéndonos a Él contra la injusticia. Después de todo, ¿acaso no ha salido ya el sol de la justicia para nosotros e iluminado nuestro camino?

 

Haz clic aquí para acceder a las lecturas de este domingo:

https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/111525.cfm

 

P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>

 


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