
Domingo de Ramos
04-02-2023
Isaías
50: 4-7
Filipenses
2: 6-11
Mateo
26: 14-27:66
¿Cómo podemos entender la liturgia de hoy? Empezamos con la
entrada de Jesús triunfal en Jerusalén. Vemos a Jesús en el papel
raro para El. Hoy El Señor entra sentado en un burrito, con la
gente echando sus mantos y ramos para que el polvo del camino no le
ensucie. La gente le recibe como rey. Y no es que la gente le
impone estos signos de honor. Es Jesús mismo que había mandado a
los discípulos que buscaran el burrito. Es Jesús que decidió entrar
así en Jerusalén. Él sabe que la gente le va a recibirle como
Mesías. Y Jesús acepta este honor.
Pero a poco rato, todo cambia. Escuchamos la lectura de la pasión-
y nos fijamos en la cruz. Es fácil dejarnos llevar por los
sufrimientos de Jesús. Pensamos en el dolor, en sentido de
abandono, en la traición, en la soledad de este hombre tan bueno que
pasó su vida enseñando el amor del Padre. Sentimos el terror de
Jesús que reza en la huerta, “Padre, si quieres, aparta de mi esta
amarga prueba.” Vemos la sangre de su sudor al pensar en la agonía
de su muerte. Su alma está rendida de dolor y él sabe que el único
camino a la fidelidad le llevará a la pasión.
Pero hay un peligro en dejarnos enfocar solamente en el dolor.
Nuestro Dios no es un Dios que ama el dolor, sino un Dios de amor.
Ni Dios ni Cristo ama el dolor, sino aman a los que sufren. No aman
las lágrimas, sino que aman a los que lloren. No aman a la muerte,
sino a la vida. El Padre de Jesús no es un Dios que mortifique a
los hombres sino un Dios que resucita a los muertos. La cruz es un
símbolo de amor y no una glorificación del dolor. Es el símbolo de
amor llevado hasta el extremo en un mundo lleno de odio. La pasión
es una revelación del amor, del amor que Dios nos tiene a cada uno.
El Evangelio de la pasión y muerte de Jesús no se anuncia cada año
para dejarnos envueltos en un sentido de culpabilidad y vergüenza.
Se anuncia para que podamos entender hasta qué punto Dios nos ama.
La lectura nos invita a reconocer nuestra responsabilidad para
extender el reino de amor y fidelidad. En la pasión de Jesús, vemos
los extremos de la condición humana. Nos damos cuenta de las
consecuencias del pecado y escuchamos la llamada de Dios de
oponernos a todo lo que destruye la belleza de su creación.
La lectura no es solamente una historia del pasado. Cada uno puede
reconocer nuestra realidad en el relato de la pasión. Como en el
tiempo de Jesús, vemos que hay líderes civiles que no aguantan la
oposición y usan su poder para silenciarla. Como en el relato,
vemos que la gran mayoría de la gente se dejan llevar por la voz
popular, mismo cuando la justicia dicta otro camino. Como en el
relato, nos dejamos callados por el miedo de hablar la verdad.
Al leer la pasión, nos damos cuenta de que Judas no es único que
traiciona a su amigo. Pedro no es un único que se proteja en vez de
seguir fiel a su amigo. Los discípulos no son los únicos que
duermen mientras que un amigo está sufriendo abandonado. Y Cristo
no es un único que sufre por el bien de los demás.
La lectura nos llama a una conversión y transformación. No es un
espectáculo ni un drama histórico, sino un retrato de nuestra vida.
Dejémonos entrar en la historia reconociendo nuestras limitaciones
en los personajes del drama, con un deseo fuerte de cambiarnos para
seguir fiel a este Jesús que se entregó a la pasión por fidelidad a
su Padre. Entramos en esta Semana Santa con un corazón abierto
para recibir la gracia que Dios nos ofrece.
"Sr.
Kathleen Maire OSF" <KathleenEMaire@gmail.com>